Indira by Santiago Díaz

Indira by Santiago Díaz

autor:Santiago Díaz [Díaz, Santiago]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2023-01-19T00:00:00+00:00


51

Aunque Pierre les pedía a los españoles que mantuviesen la calma, era difícil hacerlo cuando se encontraban a bordo de un barco que se hundía en mitad del océano, y más aún cuando a su alrededor una docena de orcas asesinas daban caza a la ballena jorobada que, al tratar de escapar, había destrozado el casco. El francés bajó a pedir ayuda por la radio y se cruzó con Paula, que salía aturdida del camarote para ir a reunirse con sus amigos.

—¡Dios mío, nos estamos hundiendo! —gritó la chica en pleno ataque de pánico.

—¡No ayudas mucho diciendo esas putas obviedades, ¿sabes?! —replicó Bernardo.

—A mi novia no le hables así —le enfrentó Carlos Guzmán.

—¿O qué?

—¡Ya basta! —Sara se interpuso entre los dos hombres—. No es un buen momento para pelearos, ¿no os parece?

—¿Qué ha pasado? —preguntó la sevillana al contemplar el desastre.

—La ballena ha golpeado el casco —respondió Noelia Soler.

—¡Os dije que teníamos que volver al puerto!

—Tranquila, cariño. —Su prometido la abrazó—. Todo saldrá bien.

Por unos segundos, los ocho turistas se callaron e intentaron convencerse de que aquella pesadilla tendría solución, pero bastaba con mirar el estado en el que había quedado la embarcación —que se hundía un poco más cada minuto que pasaba— para darse cuenta de la dimensión del problema.

—¿Vosotros creéis que esos bichos podrían comernos? —preguntó Aurora Soler.

Todos miraron al grupo de orcas, que se daban un festín con la ballena como si fuesen pirañas devorando enfebrecidas una pata de cordero. Las olas de sangre, que cada vez se adentraban más en la cubierta y teñían de rojo lo que quedaba del casco, no ayudaban a conservar la esperanza. Tampoco lo hizo que Pierre saliera del interior despotricando para sí en francés, sin poder ocultar su nerviosismo. En la mano llevaba una pistola de bengalas.

—¿Ha avisado ya para que vengan a rescatarnos? —preguntó Sara.

—La radio ha quedado inutilizada.

—¿Qué significa eso?

—¡Que no funciona, joder! El agua la ha averiado antes de poder pedir ayuda.

—Entonces ¿estamos aquí abandonados?

—Confiemos en que algún barco vea la bengala.

Pierre apuntó al cielo y disparó. Una bengala se elevó más de cien metros dejando un rastro luminoso y quedó suspendida en el aire durante unos diez segundos. Todos contuvieron la respiración mirándola, pero al apagarse, regresaron los nervios.

—Dispare otra —dijo Carlos Guzmán.

—Hay que esperar —respondió Pierre.

—¿Esperar a qué? ¿A que nos hundamos del todo y nos coman las orcas?

—Las orcas y los tiburones… —matizó Paula Reyes con un hilo de voz.

Al mirar hacia el agua vieron que varios tiburones blancos ayudaban a las orcas a despedazar la ballena. El pánico se instaló en la mirada de todos, incluida la del experimentado marinero francés.

—¡La zodiac! —exclamó el catalán—. Tenemos que alejarnos de aquí con ella hasta que alguien nos rescate.

—Somos nueve, y esa zodiac no aguantaría el peso ni de seis —respondió Pierre.

—Sara y yo vamos —dijo Bernardo decidido, llevando a su novia de la mano hacia la barca hinchable.

—Nosotros también. —Lluís Bonfill le imitó.

Enseguida les siguieron las hermanas Soler y la pareja de sevillanos. Trataron



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